Si bien existe abundante literatura médica y esta
patología se describe en los libros de la licenciatura,
son muchos los médicos que ignoran su existencia
siendo frecuente que el paciente peregrine de consulta
en consulta, sea sometido a costosas, dolorosas
e innecesarias pruebas, viva situaciones muy
ingratas y muy a menudo carezca de la comprensión
y el apoyo emocional necesarios para afrontar
una enfermedad crónica que por el momento no
tiene curación. A la grave situación en la que se
encuentra un enfermo de SFC debemos añadirle las
consecuencias del desconocimiento, la falta de
información y la incomprensión.Su origen es desconocido y, según el doctor Paul
Cheney, «el SFC inicia la medicina del siglo XXI»
y supone un reto para médicos e investigadores. En la actualidad no se dispone de un tratamiento realmente
efectivo, por lo que no se puede dar una respuesta
«convencional» a los pacientes. Por su
complejidad, la afección obliga a la combinación de
diferentes modalidades terapéuticas y requiere el
control de equipos especializados. El médico, junto
con el propio paciente, ha de desarrollar un programa
adaptado individualmente destinado a paliar los
síntomas que presenta y proporcionarle mejor calidad
de vida. Es muy importante que el enfermo
acepte las limitaciones que le impone el SFC, se
adapte a ellas y se implique con el médico en la búsqueda
de un tratamiento.
Nuestro sistema de salud ofrece sólo parcialmente la
posibilidad de ser reconocido como enfermo, reconocimiento
que debería suponer el acceso a los servicios
de salud y a las prestaciones sociales. Para dar
respuesta a este serio problema tanto sanitario como
social, la atención y el tratamiento del SFC deberían
entenderse desde un enfoque más integrador,
teniendo en cuenta que las limitaciones que impone
afectan a todos los ámbitos de la vida del paciente:
personal, familiar, laboral, social e intelectual.
La ACSFC/EM continúa trabajando para atender y
ayudar a todos aquellos afectados de SFC que lo
necesiten.